domingo, 22 de marzo de 2015

BUSCANDO EL ATARDECER


Me gusta caminar, mientras el cuerpo va atento al movimiento y al equilibrio, la mente va propicia al estímulo de los sentidos por la brisa, los colores, el paisaje, las personas… y como impulsados sin medida, saltan recuerdos, vivencias y conocimientos. Esta crónica nace sin pretensiones, es simplemente una caminata por un sector de las murallas y cómo se convierte en una experiencia agradable. Espero te sirva de referencia para cuando vengas por acá.

Con pasos breves camino la rampa que conduce al Baluarte de San Pedro Mártir, son la cinco de la tarde cuando llego al terraplén, varios se han adelantado y observan a la distancia el Fuerte de San Felipe de Barajas, más de cerca al monumento a la India Catalina y la espesura de los manglares que bordean el caño de Juan de Angola y el Lago del Cabrero, paralelos a la muralla.


Apuro el paso, la idea también es hacer ejercicio.  Sorprende a la izquierda el estado ruinoso de la Plaza de Toros de la Serrezuela, construida en estilo sevillano. Recuerdo sus palcos tallados en madera, blancos como un encaje…  la nostalgia me invade, allí viví en la niñez gloriosas tardes de rabo y orejas… Una pareja de turistas que vienen montando bicicletas en sentido contrario, hacen que regrese de los pensamientos a la realidad. Prosigo y subo los peldaños para continuar por encima de las Puertas de La Paz y la Concordia abiertas en la muralla en 1.905 para comunicar la ciudad con El Cabrero, barrio extramuros.  A los cartageneros de la época les pareció apropiado el nombre pues recién había finalizado en 1.902 la Guerra de los Mil Días.

Si algo tiene Cartagena es la capacidad de sorprendernos con curiosidades sin fin. Continúo la caminata sobre la cortina  de muralla que comunica el Baluarte de San Pedro Mártir con el Baluarte de San Lucas y encuentro la única garita cuadrada del cordón de murallas, no sabemos si su diseño se debe a un capricho o a una razón específica de los ingenieros  Cristóbal de Roda o Francisco de Murga, quienes construyeron este sector a partir de 1.630. Mientras recuerdo todo esto veo próxima la rampa que conduce al Baluarte de San Lucas, la que subo no con poco esfuerzo dado su grado de inclinación.


Ya en el Baluarte, continúo por el terraplén, el más amplio de todas las murallas, allí sin querer sorprendo en las troneras a los enamorados que se cuentan sus cuitas entre besos y abrazos, algo tan típico de Cartagena  como el arroz con coco. Me alejo para dejar espacio al amor. Observo luego el Lago del Cabrero con las garzas en vuelo anunciando la proximidad del crepúsculo, el verdor del Parque Apolo, el monumento a la Constitución de 1.886, luego la casa de Rafael Núñez, el único presidente de Colombia cartagenero y quien lo fuera en  tres oportunidades… más allá,  su mausoleo y el de su esposa Soledad Román quien construyó la Ermita de Nuestra Señora de las Mercedes para ese propósito.


Orillando los tendales que servían para guarecer a la tropa del inclemente sol y la lluvia, me dirijo hacia el Baluarte de Santa Catalina. En el trayecto veo a una pareja de orientales, sonrientes y excitados, tomándole fotos a un niño vendedor de “panelitas de coco”, dulce típico, quien se las ofrece insistentemente. Hablan un español deficiente y mientras siguen su sesión de fotos me entero que son japoneses de la ciudad de Oito. Luego le entregan un billete de cinco mil pesos colombianos al niño y siguen presurosos su paseo. Este, con el billete en la mano me dice: “Estos chinos son como locos, me dieron plata y no se comieron ni una panelita” Río de buena gana.


Es inevitable pensar en las batallas que se desarrollaron en estos sitios y cómo las murallas defendieron la ciudad, cuántos cayeron y cuántos sobrevivieron. El esfuerzo y el sudor de tantos esclavos en su construcción…. Las piedras de las que están hechas, testigos mudos, parecen contar historias sin fin.
Siento la proximidad del mar, y la llegada del atardecer es inminente, mi caminata de hoy persigue eso precisamente, contemplar el atardecer. Me apresuro entonces hasta llegar al último tendal en Santa Catalina, allí me siento, extasiado, veo una garita a contra luz y el caribe vestido de plata. Solo entonces entiendo los versos del Maestro Guillermo Valencia, poeta colombiano:

 “Hay un instante en el crepúsculo
 en el que las cosas brillan más,
 fugaz momento palpitante
 de una morosa intensidad.”


En seguida, el sol se torna de color naranja mientras desciende hacia el ocaso y casi podría asegurar que escuchamos, a manera de despedida, el sonido de su contacto con el mar en la línea del horizonte…



Cómo llegar:
Inicio de la caminata sobre la muralla
en el Baluarte de San pedro Mártir.
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DOÑA PETRA, ALMA Y SENSIBILIDAD EN MEDIO DE ARTESANÍAS


Cuando llegamos a un lugar en plan turístico, siempre o casi siempre, buscamos los productos  típicos para llevarlos de recuerdo o para regalos. Pues bien, en Cartagena de Indias, entre el baluarte de Santa Catalina y el de Santa Clara, se encuentran Las Bóvedas, una edificación construida en la época de la colonia para uso militar, en ellas se almacenaron  pólvora, víveres y pertrechos. Ya en la Independencia se utilizó como cárcel. Hoy día alberga básicamente almacenes de artesanías.

Estos cuarenta y siete arcos de medio punto y veinte y cuatro bóvedas diseñadas por el ingeniero militar Antonio de Arévalo, completaron el cerramiento del recinto amurallado de la ciudad por allá en 1.796.


Lo primero que llama la atención es lo armonioso de su arquitectura y sus colores amarillo y blanco. Las artesanías cuelgan de las puertas con sus llamativos contrastes de tintes, formas y texturas.


Al ingresar a la bóveda # 9, sorprende la cantidad de artículos en exhibición y el rostro sonreído de Doña Petra Villalobos Jiménez, propietaria del almacén Variedades el Artesano. Nos recibe con su apariencia reposada. Se adivina en ella la serenidad y sabiduría que dan los años… Es suave y gentil. Habla lento y con claridad, casi como si dibujara una acuarela con las palabras mientras cuenta las historias de su negocio, de su vida…


“Empecé en este sitio con juegos infantiles, adoro los niños, ellos son el futuro y la raíz de nuestro pueblo, pero no prosperó. “  Su mirada se queda como recordándolo todo… “Ya había firmado contrato y tenía que responder por el local. Una amiga me sugirió las artesanías y comencé con una inversión de $ 300 pesos, compré vajillas de barro cocido, maracas, abanicos de palma…”  ¡Eso hace cuarenta y cuatro años!


Un contacto llevó a otro contacto y así se fue convirtiendo en una experta en el tema, hoy en su almacén vemos artesanías de San Jacinto, Tuchín, Morroa, del departamento de la Guajira y muchas otros lugares de la Costa Atlántica pero también de Pasto y los departamentos de Caldas y Cundinamarca… “Colombia está aquí representada y últimamente también nuestros hermanos de Perú y Ecuador.”


Se entusiasma cuando nos dice: “Disfruto inmensamente al ver la emoción y la felicidad, principalmente de los extranjeros cuando adquieren las artesanías. Se van dichosos.” Canadienses, estadounidenses, italianos, españoles, alemanes, británicos, argentinos, japoneses y muchos de otras nacionalidades.

En Doña Petra el arte hace parte de su formación académica, no en vano estudió y se graduó en Arte Dramático en la Escuela de Bellas Artes de Cartagena. “El teatro me permitió conocer a la gente, acercarme a ella. Allí también me enamoré de las Artes Plásticas, del hombre en su proceso creativo, de la estética y la belleza” Dice que le encanta el intercambio cultural que su negocio le ofrece, es una “retroalimentación cultural permanente” con gentes de otras regiones y de otros países. “Mire que estudié inglés becada en el Centro Colombo Americano, así superé barreras.”


Doña Petra cuenta que sorteó momentos muy difíciles, no siempre llegaban turistas y era una lucha atraerlos. “No existían en el país políticas que apoyaran al artesano y no se daban cuenta que las artesanías llevan patria por el mundo.” En esas épocas difíciles le ocurrieron varias situaciones que hoy son simpáticas anécdotas: “Un señor necesitaba un sombrero vueltiao –el típico de caña flecha- pero le quedaba pequeño y yo traté haciendo fuerza de acomodarlo en su cabeza y fue tanto el esfuerzo que el sombrero se desbarató” Ríe y se adivina algo de penosa nostalgia en su mirada… y continúa contándonos “ Un señor de baja estatura quería una guayabera –típica camisa bordada - pero le quedaba larga, pues cogí las tijeras y la corté, luego aguja e hilo y ya está” El señor me dijo: “Se la compro porque usted es muy insistente.”

Esta luchadora que se confiesa gran lectora de todo lo que tenga relación con el arte, es dueña de una gran sensibilidad. En una oportunidad llegaron sordomudos a su almacén y no pudo ayudarlos así que… “Aprendí letras de mano para comunicarse con ellos”

Doña Petra ha viajado mucho por Colombia, también por Italia, México y Estados Unidos… Y nos cuenta que vivió de niña en el barrio que quedaba adosado a la parte de atrás de Las Bóvedas por donde hoy pasa la Avenida Santander. “Estaba destinada a vivir en este sector.” Quiere que su hija Galia Cortés y su nieta Catherine le sigan sus pasos en este quehacer…

Ya para despedirnos le digo que es un ser humano maravilloso y nos dice: “Dios nos hace instrumentos de Él, pero no nos deja llevarnos nada material, solo los logros en el espíritu.”

Cómo llegar:

Plaza de las Bóvedas, Las Bóvedas, local 9

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CALLE DE LAS DAMAS


Una de las calles más emblemáticas del sector colonial y claro vienen los recuerdos de leyendas y de historias…. Por allá en el año de 1.600 se le conocía como Santa María de los Ángeles y es que casi todas las calles de entonces se denominaban con el nombre de algunas de las advocaciones de la Madre de Dios.

Antes, me parece interesante anotar que fue en el Pireo y Rodas, donde nace la distribución urbana utilizando vías como hoy las conocemos. Según cuenta Aristóteles, Hipódomo de Mileto diseñó las primeras . Antes eran aglomeraciones sin orden. A Cartagena llegan las influencias urbanísticas de Europa al momento de la conquista, especialmente del sur de España.


Historias y leyendas guarda esta calle… La primera que narraremos es la que le da origen, según algunos, a su nombre. Los abuelos más viejos, la recibieron  de los abuelos  de sus abuelos, por tradición oral y así llegó hasta nosotros : A Felipe II, Rey de España, le encontraron empinado y asomado a una de las ventanas de El Escorial atisbando al horizonte con un catalejo; al preguntársele qué miraba, dijo que estaba tratando de ver las murallas de Cartagena de Indias que tanto le habían costado a la corona. Y es que había sido informado por el gobernador de estas tierras, Anastasio Cejudo Núñez,  que su terminación ya era un hecho. Esto, según lo proyectado hasta ese momento.

Felipe ll, dicen, decidió ver por sus propios ojos tan portentosa obra, viajó a estas tierras y llegó disfrazado de mujer en compañía de dos amigos de confianza igualmente caracterizados y se alojaron en una casa de esta calle. A los pocos días las misteriosas damas desaparecieron sin dejar rastro y  sin que nadie diera explicación de su procedencia ni lo que hicieron en la ciudad…


Va oscureciendo y se encienden las farolas… De pié, observo la imponente fachada de una casona, con su portal de piedra, sus balcones… en ella se sucede, según la tradición, esta otra historia o leyenda, que nos remite a la Virgen de las Candelas : En 1.611 habían concluido la construcción de la capilla de la Virgen de la Candelaria y el convento de los agustinos en la cima del Cerro de la Popa de la Galera y se necesitaba una imagen de esta advocación para colocarla en el altar. Así, el fraile agustino, Alonso García Paredes decidió preguntar en Cartagena quién tendría una que quisiera donar… Pasaron días y mientras caminaba, una señora de apariencia dulce, desde el balcón de una casa en esta calle, le preguntó: “¿ Qué busca usted ?” El fraile le explicó que una imagen de la Virgen. La señora le dijo que volviera en tres días, pero que si al tocar no le contestaban, empujara la puerta que estaría abierta.

Al tercer día volvió y tocó muchas veces sin respuesta… empujó entonces la puerta, se sorprendió al ver la casa desocupada…subió las escaleras hacia el segundo piso y allí en el centro del gran salón encontró la imagen de la Virgen de la Candelaria. Se postró y oró. Dice la tradición que es la misma que se venera hoy en la capilla de La Popa. De la señora de apariencia dulce nadie supo quién era…


Si has llegado hasta aquí, amable lector, me apena tener que advertirte, que las leyendas antes descritas seguirán viviendo en las mentes de muchos pero que las leyendas son solo eso, leyendas…

El insigne historiador Donaldo Bossa Herázo, quien fuera Presidente de la Academia de Historia de Cartagena, aseveró que el origen del nombre de esta calle se debió seguramente "a algún vecino importante de apellido Damas, extendidísimo, como se sabe, en Andalucía y particularmente en Sevilla" …decía que los cartageneros comenzaron a denominarla primero como calle de Damas y luego derivó en el de Las Damas… tal vez entrelazaron las dos leyendas.

La historia que si está documentada es la residencia en esta calle del Capitán Don Alonso Alvarez de Armenta, persona principal, casado con Antonia Trillo, quien fuera amante de Lope Félix de Vega Carpio o simplemente Lope de Vega, el poeta. Ante el escándalo en el año de 1.596, Don Alonso dejó su vida en España y vino a vivir su decepción amorosa a la naciente Cartagena de Indias… A una ciudad que apenas pasaba de las construcciones en bahareque a las de calicanto… y esta calle fue de las primeras por su proximidad al puerto. Aquí vivió solo hasta su muerte, y dice su lápida en el templo de Santo Domingo: - que dejó sus bienes en Capellanías y Obras Pías-…

Así son estas callecitas con sus historias y leyendas…


Cómo llegar:

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