miércoles, 29 de abril de 2015

LA POPA: DE AQUELARRES Y DEMONIOS AL TRIUNFO DE LA FE


Lo primero que divisaban los galeones en mar abierto, antes de su llegada a Cartagena de Indias, era La Popa de la Galera, llamada así por los primeros conquistadores que en 1.510 pasaron cerca y les pareció el cerro como una inmensa galera volcada, y la cima, la popa de la misma… Seguramente este cerro fue para los navegantes de ese entonces como un faro a plena luz del día.

Para algunos debió ser un anuncio de esperanza para la vida en el Nuevo Mundo, para otros de impotencia y angustia ante la humillación y la esclavitud, de expectación para los que venían ávidos de riqueza y poder, un reto alegre para los que venían con valor y entrega a dar lo mejor de sí para dar a conocer el Evangelio…


Pero vayamos a la historia que nos atañe.  Al inicio de los años de 1.600, en el Desierto de la Candelaria, cerca de la población de Ráquira en el hoy departamento de Boyacá, Colombia, cuentan que en el Convento de los Agustinos, Fray Alonso de la Cruz Paredes, recibió en sueños un mandato de la Santísima Virgen María. Le dijo: Quiero que erijas una capilla en mi honor en lo alto de la colina que domina la bahía de Kalamarí, a lo que el Fraile contestó: “Mater Gloriosa et Benedicta.”

Luego de penoso viaje llegó a Cartagena acompañado de dos frailes más. No le fue difícil descubrir el sito, pues el cerro de La Popa de la Galera es el punto más alto sobre la bahía.

Decían que en la cima del cerro se realizaban aquelarres y ceremonias paganas en honor al demonio, que en sus apariciones se hacía llamar Urí.  Un becerro de oro puro al que llamaban Buziraco era imagen de culto para esclavos fugados de sus amos, indios y cimarrones, liderados por el mestizo Luis de Andrea de quien se dice que terminó sus días condenado por la Inquisición en 1.613. En el Archivo Histórico de Madrid se encuentra el acta de sentencia que cito por interesante: … “se condena a ocho años en galeras de España, cárcel perpetua en Cartagena y hábito penitencial de sanbenito con las aspas coloreadas y coroza. Que los días de fiesta vaya a la iglesia mayor a oír misa, sermón y procesión… y que se confiese y comulgue”



Cartagena vivía entonces sobresaltada y llena de temor por la presencia de la Inquisición y las historias de brujas, hechiceros y mohanes, especialmente cuando ya las sombras cercaban sus calles y tejados. Mientras en La Popa, tambores y cantos con sonidos tenebrosos acompañaban los rituales del aquelarre que a veces se escuchaban hasta en la misma ciudad.

El fraile se entrevistó con el obispo Juan de Ladrada y este le facilitó unos pocos valientes que acompañaron a los tres agustinos a la cima… Luego del penoso ascenso por entre la maleza, llegaron a lo alto del cerro ya de noche, allí encontraron un cuadro aterrador: En un bohío al que no penetraba la luz hallaron al demonio Urí y a sus seguidores. El fraile imbuido del poder de Dios, arrojó por el despeñadero que hoy se conoce como Salto del Cabrón, al demonio y al Buziraco de oro. La leyenda llega así hasta nuestros días.

Era el año de 1.606. La construcción se inició enseguida y luego de siete años   con un costo de 15.000 ducados donados por los cartageneros, una suma considerable para la época, se terminaron la capilla y el convento. Dicen que en su campanario se encendía una gran fogata para orientar a los navegantes.


Cuenta el sacerdote Pedro Antonio Revollo que durante la colonia, el Convento fue atacado dos veces: Cuando lo asaltaron los piratas Pointis y Ducasse, quienes robaron ornamentos y alhajas que habían sido donadas a la Virgen por los devotos y en 1.741 el también pirata Vernon, de origen inglés, cuando sitió la ciudad, lo despojó de todo lo de valor que encontró en él.


Y este otro hecho del que fue testigo el cartagenero Don Lino de Pombo, quien luego fuera político destacado. Cuando se sucede el sitio de Morillo a Cartagena, el capitán español Maortúa en el intento fallido de tomarse La Popa, grita ¡Viva el Rey!, a lo que al aguerrido criollo Piñango gritó antes de darle muerte, “… no estando Piñango en La Popa”

La devoción a la Virgen creció con el tiempo y el día dos de febrero de cada año es sacada la imagen de la capilla y bajada, luego del novenario, en solemne y concurrida procesión hasta la Ermita del Pié de la Popa. A estas festividades dedicaremos crónica especial.


Pocos de los que miran hoy hacia la cima recuerdan estos episodios y solo los piadosos que visitan el convento y la capilla con la imagen de la Virgencita Morena de las Candelas reconocerán en ella a la madre amorosa que nos bendice y protege…
  
A muchos nos produce una profunda emoción, como cuando un hijo se reencuentra con su madre…

Cómo llegar:
Taxi o consultar en los puntos de información
de la Corporación de Turismo de Cartagena.


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domingo, 26 de abril de 2015

MUCHOS AÑOS ENDULZÁNDONOS LA VIDA


Evangelina Martínez Segovia, tiene 78 años y gran parte de ellos los ha vivido entre el azúcar que mezcla con productos del trópico, como el coco, la papaya, el tamarindo, el millo, el ajonjolí y muchos otros y su puesto en el Portal de los Dulces, situado en la Plaza de los Coches, detrás de la Torre del Reloj. Allí vende los dulces típicos que salen de sus laboriosas manos.

Mirando de frente los varios arcos que forman el Portal, su puesto está situado bajo el primero de la derecha. Apenas la vemos nos damos cuenta que encarna con su figura diminuta, la imagen de las clásicas abuelitas de los pueblos de la costa norte colombiana. Tal vez, de tanto hacer dulces, ella también es dulce y se le nota en su sonrisa, su mirada y sus ademanes suaves.


“Primero fui proveedora y después una amiga nos cedió el puesto. Ella se enfermó. De eso hace ya muchos años”. Nos dice Doña Evangelina mientras atiende a turistas y nativos. “Empecé con conservas de ñame, plátano maduro, papaya rayada con zumo de limón y bolas de tamarindo”. Y mientras acomoda dulces con una pinza dentro de grandes frascos de vidrio comenta: “Mire estás son las más tradicionales, las cocadas de leche”.


Hoy hace más de 35 clases de dulces en su casa situada en la vecina población de Turbaco y gran parte del secreto para el sabor particular de muchos de ellos, es que son cocinados en ollas sobre leña. “El azúcar y algunas frutas las compramos en el Mercado de Bazurto, el más grande de Cartagena, pero las seleccionamos con mucho cuidado y las otras las trae mi esposo del monte” Así le dicen en la Costa Atlántica del país a las pequeñas parcelas, donde trabajan la tierra hombres y mujeres.

Cuando le preguntamos por su familia se emociona.: “Tengo 8 hijos, 20 nietos y 3 bisnietos, ya algunos saben hacer muy bien los dulces. Yo no quería que se dedicaran a esto porque es un trabajo muy duro”. Y es que cuando nos cuenta lo dispendioso de su elaboración entendemos el porqué: “Me despierto a las 4 y 30 de la mañana y a esa hora empiezo mi faena, a veces son cuatro o cinco ollas al mismo tiempo, porque hacer por ejemplo cocadas, se lleva dos horas. Allí estoy pendiente de revolver para que no se pase de punto y no todos los dulces demoran lo mismo cocinándose. En grandes  mesones de madera se esparce luego la preparación y se espera que se enfríe, luego se corta o amasa según el caso, para luego seguir con el proceso de envolverlos para traerlos a la ciudad”.


Nancy Alcalá Martínez es hija de Evangelina y es la que le sigue sus pasos, empezó muy joven. Fue ella quien abrió contactos con hoteles y organizadores de eventos. “Cuando la veían tan joven no creían que ella fuera empresaria. A veces la llaman del Hilton, La Laguna Encantada y otros hoteles y restaurantes, para que les lleve dulces, con esto paga la universidad de mi nieto” Me entero que por encargo elaboran casquitos de toronja en almíbar, dulce de mora, natillas, enyucados y otros…” Yo aprendí de mi mamá a hacer los dulces, son recetas muy viejas”, dice Evangelina…”Y estoy feliz pues ahora las heredará mi hija”.


Doña Evangelina tiene historias sin fin. Pero una en especial le pareció muy graciosa: “Nosotros vendemos un dulce al que le llamamos cubanos y la verdad no sé por qué. Un día vino un señor y me dijo: ¿Ustedes venden cubanos? Si señor son estos envueltos en papeles de colores, y se llevó dos. Al día siguiente regresó y me dijo, mire señora yo soy cubano y no pensé que supiéramos tan sabroso… y se llevó dos docenas”.

Dejamos a Doña Evangelina y su hija Nancy detrás de su mostrador, rodeadas de casabitos de coco, alegrías, melcochas, maní con caramelo, conservitas de leche, panelitas de leche, cocadas de panela y guayaba, de piña, caballitos de papaya y muchos más, a la espera de ser adquiridos por gentes de diferentes sitios deseosos de probar los dulces más típicos de la ciudad.

El Portal de los Dulces no será igual, por lo menos para mí, luego de conocer a Evangelina y sus manjares. Con ella aprendimos que detrás de cada mostrador, hay  seres humanos que trabajan con esfuerzo y amor para que todos puedan llevar el corazón dulce de Cartagena de Indias por el mundo.

Cómo llegar:
Centro Colonial, Portal de los Dulces, Plaza de los Coches, 
                         primer arco de la derecha.

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CAFÉ DEL MAR, DONDE TODOS LOS DÍAS EXISTE EL ATARDECER


Es un mirador incomparable. Situado en el sector más antiguo de las murallas en Cartagena de Indias, de hecho aquí se colocó la primera piedra para dar inicio a la construcción de esta obra monumental.

Al llegar al terraplén nos encontramos con el cobertizo que utilizaba la tropa y más allá las troneras con sus cañones, es un sitio amplio y al aire libre. Debajo del cobertizo cubierto de tejas coloniales, están situadas la barra y la cocina, es un rectángulo bien acabado en madera, con muchas copas de cristal colgadas y estantes llenos con licores. Los barmans inician su frenética actividad preparando diversos cocteles y en la cocina, algo similar, con los primeros pedidos de la tarde. Al extremo, una especie de recibo con confortables sofás para los que quieren más privacidad. Allí comienzo a escribir esta crónica.


Miro el sol que va descendiendo y algo me va llevando a un estado contemplativo casi imperceptible y es cuando me doy cuenta que la música de fondo juega un papel importantísimo, adivino los instrumentos, y confieso que no soy experto en el tema, el sintetizador, el saxo, el piano, la guitarra y otros. Me entero que es un estilo musical de relajación denominado Chill-Out, en Europa, Estados Unidos y en Latinoamérica. Cada vez son más los amigos de este género. Me sorprendo gratamente, uno esperaría encontrar cumbia, salsa u otro ritmo tropical, pero creo que para los creadores de este mirador lo importante son el atardecer, el mar, la historia, el paisaje y pensaron bien al escoger la música pues permite charlar y contemplar el entorno.


Aprovecho para tomar varias fotos de un arrebol maravilloso. En esas estoy cuando me saluda Jairo Morad, quien es el director operativo, me invita a que nos sentemos en una de las mesas que están a cielo abierto. Y comienzo a informarme, por ejemplo, que el lugar estuvo en abandono muchos años, pero gracias a la feliz idea del alemán Peter Kreill y su socio colombiano Carlos Sánchez, hoy funciona este bar restaurante definitivamente sin igual. Regulados al comienzo por la Sociedad de Mejoras Públicas y hoy por la Escuela Taller, ambas dependencias del Ministerio de Cultura.



Jairo sonríe cuando le confieso que soy un enamorado de este sitio. No he sido el único pues personalidades como Julio Iglesias, Mel Gibson, Charlie Sheen, Paulina Rubio, Jackie Chan, Willy Colón, los DJ Tiësto y Carl Cox… la farándula nacional, periodistas, ministros y expresidentes… La lista es interminable pues Café del Mar se ha convertido en un sitio obligado para los cartageneros y los muchos turistas nacionales y extranjeros que visitan la ciudad.


Jairo recuerda las expresiones del reconocido periodista colombiano Juan Gossaín y el ex-presidente Belisario Betancur: “Me recuerda los sublimes atardeceres de mi natal San Bernardo del Viento” población de la costa caribe y el expresivamente añadió: “En este lugar uno se alimenta el espíritu”

Mientras conversamos veo una pareja de extranjeros que van a celebrar su matrimonio civil, para el efecto se han arreglado sillas vestidas de blanco y un arco con velos que mueve la brisa. Están en el extremo que mira hacia el Baluarte de Santiago y en la distancia se ve el sector de Bocagrande, con sus altos edificios que literalmente se meten al mar, pues es una península. El contraste entre lo antiguo y lo moderno.


Sin que el sitio pierda su identidad, en cualquier momento podemos escuchar unos mariachis o un trío de guitarristas celebrando un aniversario o un cumpleaños, previamente coordinado con Café del Mar.  Luego del homenaje se marchan y el lugar vuelve a su estado natural. Para eventos no cobran el sitio, solo el servicio.

Antes de comer un delicioso ceviche de corvina, he ido probando el coctel de la casa, que lleva su mismo nombre, preparado con champaña y curazao azul y entre sorbo y sorbo, indago por más cocteles y platillos: Los mojitos, el tropical, la sangría, piña colada y el margarita están entre los más solicitados, pero en la carta existen muchos más y entre los varios licores el vodka y el whisky. Tienen para ofrecer una importante existencia de vinos chilenos y cervezas.


Entre los varios platillos ganan la Fantasía del Mar con variedad de mariscos y pescado, al ajillo, crema de leche y vino blanco y la Picada Mixta, 400 gramos de carne de res, pollo, chorizo, ternera, acompañadas de papas y ensalada. Los Langostinos en Salsa de Coco y los Muslos de Pollo a la Albahaca, entre otros.

Setenta personas, la capitana de servicios, los barmans, las meseras y las encargadas de la cocina, conforman el equipo para el funcionamiento de Café del Mar. Todos tienen contrato indefinido. Es una exigencia que estén estudiando y para esto la administración cuadra los turnos, les subsidia un porcentaje para los que estudian inglés y los capacita permanentemente en historia de Cartagena, licores, gastronomía y relaciones públicas. Cada dos meses cuatro de ellos se van con gastos pagos para la Zona Cafetera, lugar turístico del interior de Colombia. A todas, un transporte especial las lleva a sus casas al final de la jornada. Los baños los manejan Madres Comunitarias.


Café del Mar abre los 365 días del año, pues el sol se pone todos los días, así, literalmente. Mientras hablamos y escribimos, todo alrededor fluye como con un encanto especial. Ya es casi noche cuando nos despedimos de Jairo Morad nuestro anfitrión, mientras las banderas del país y de la ciudad ondean encima de la muralla como gritando: ¡Esto es Colombia! ¡Esto es Cartagena de Indias!

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