Es un mirador incomparable. Situado en el sector más antiguo de
las murallas en Cartagena de Indias, de hecho aquí se colocó la primera piedra
para dar inicio a la construcción de esta obra monumental.
Al llegar al terraplén nos encontramos con el cobertizo que
utilizaba la tropa y más allá las troneras con sus cañones, es un sitio amplio
y al aire libre. Debajo del cobertizo cubierto de tejas coloniales, están
situadas la barra y la cocina, es un rectángulo bien acabado en madera, con
muchas copas de cristal colgadas y estantes llenos con licores. Los barmans
inician su frenética actividad preparando diversos cocteles y en la cocina,
algo similar, con los primeros pedidos de la tarde. Al extremo, una especie de
recibo con confortables sofás para los que quieren más privacidad. Allí
comienzo a escribir esta crónica.
Miro el sol que va descendiendo y algo me va llevando a un
estado contemplativo casi imperceptible y es cuando me doy cuenta que la música
de fondo juega un papel importantísimo, adivino los instrumentos, y confieso
que no soy experto en el tema, el sintetizador, el saxo, el piano, la guitarra
y otros. Me entero que es un estilo musical de relajación denominado Chill-Out,
en Europa, Estados Unidos y en Latinoamérica. Cada vez son más los amigos de este
género. Me sorprendo gratamente, uno esperaría encontrar cumbia, salsa u otro
ritmo tropical, pero creo que para los creadores de este mirador lo importante
son el atardecer, el mar, la historia, el paisaje y pensaron bien al escoger la
música pues permite charlar y contemplar el entorno.
Aprovecho para tomar varias fotos de un arrebol maravilloso. En
esas estoy cuando me saluda Jairo Morad, quien es el director operativo, me
invita a que nos sentemos en una de las mesas que están a cielo abierto. Y
comienzo a informarme, por ejemplo, que el lugar estuvo en abandono muchos años,
pero gracias a la feliz idea del alemán Peter Kreill y su socio colombiano
Carlos Sánchez, hoy funciona este bar restaurante definitivamente sin igual. Regulados
al comienzo por la Sociedad de Mejoras Públicas y hoy por la Escuela Taller,
ambas dependencias del Ministerio de Cultura.
Jairo sonríe cuando le confieso que soy un enamorado de este
sitio. No he sido el único pues personalidades como Julio Iglesias, Mel Gibson,
Charlie Sheen, Paulina Rubio, Jackie Chan, Willy Colón, los DJ Tiësto y Carl
Cox… la farándula nacional, periodistas, ministros y expresidentes… La lista es
interminable pues Café del Mar se ha convertido en un sitio obligado para los
cartageneros y los muchos turistas nacionales y extranjeros que visitan la
ciudad.
Jairo recuerda las expresiones del reconocido periodista
colombiano Juan Gossaín y el ex-presidente Belisario Betancur: “Me recuerda los
sublimes atardeceres de mi natal San Bernardo del Viento” población de la costa
caribe y el expresivamente añadió: “En este lugar uno se alimenta el espíritu”
Mientras conversamos veo una pareja de extranjeros que van a
celebrar su matrimonio civil, para el efecto se han arreglado sillas vestidas
de blanco y un arco con velos que mueve la brisa. Están en el extremo que mira
hacia el Baluarte de Santiago y en la distancia se ve el sector de Bocagrande,
con sus altos edificios que literalmente se meten al mar, pues es una
península. El contraste entre lo antiguo y lo moderno.
Sin que el sitio pierda su identidad, en cualquier momento
podemos escuchar unos mariachis o un trío de guitarristas celebrando un
aniversario o un cumpleaños, previamente coordinado con Café del Mar. Luego del homenaje se marchan y el lugar
vuelve a su estado natural. Para eventos no cobran el sitio, solo el servicio.
Antes de comer un delicioso ceviche de corvina, he ido probando
el coctel de la casa, que lleva su mismo nombre, preparado con champaña y
curazao azul y entre sorbo y sorbo, indago por más cocteles y platillos: Los
mojitos, el tropical, la sangría, piña colada y el margarita están entre los
más solicitados, pero en la carta existen muchos más y entre los varios licores
el vodka y el whisky. Tienen para ofrecer una importante existencia de vinos
chilenos y cervezas.
Entre los varios platillos ganan la Fantasía del Mar con
variedad de mariscos y pescado, al ajillo, crema de leche y vino blanco y la
Picada Mixta, 400 gramos de carne de res, pollo, chorizo, ternera, acompañadas
de papas y ensalada. Los Langostinos en Salsa de Coco y los Muslos de Pollo a
la Albahaca, entre otros.
Setenta personas, la capitana de servicios, los barmans, las
meseras y las encargadas de la cocina, conforman el equipo para el
funcionamiento de Café del Mar. Todos tienen contrato indefinido. Es una
exigencia que estén estudiando y para esto la administración cuadra los turnos,
les subsidia un porcentaje para los que estudian inglés y los capacita
permanentemente en historia de Cartagena, licores, gastronomía y relaciones
públicas. Cada dos meses cuatro de ellos se van con gastos pagos para la Zona
Cafetera, lugar turístico del interior de Colombia. A todas, un transporte
especial las lleva a sus casas al final de la jornada. Los baños los manejan
Madres Comunitarias.
Café
del Mar abre los 365 días del año, pues el sol se pone todos los días, así,
literalmente. Mientras hablamos y escribimos, todo alrededor fluye como con un
encanto especial. Ya es casi noche cuando nos despedimos de Jairo Morad nuestro
anfitrión, mientras las banderas del país y de la ciudad ondean encima de la
muralla como gritando: ¡Esto es Colombia! ¡Esto es Cartagena de Indias!